Pensar en el
origen de las redes de arte correo en Latinoamérica nos permite reflexionar
críticamente sobre una coyuntura sociopolítica que de forma generalizada afectó
la vida política desde la década de los ‘60, hasta mediados de los ‘80
inclusive.
Como resultado de sucesivas y numerosas dictaduras
militares que organizadamente intervinieron en el escenario social durante este
tiempo, nos encontramos con una realidad hostil y cruenta, que en Argentina
tuvo su peor momento en la dictadura militar del año ’76.
Las practicas
involucradas en el arte correo, habían construido durante este tiempo un lugar
otro, que de forma desobediente abría con fuerza ese tejido autoritario que
cercenaba la libertad individual. Como canal de comunicación se volvió
fundamental, para socializar y reflexionar de forma conjunta sobre las problemáticas
y las injusticias de cada uno de los lugares en los que circulaban estas redes.
Denuncias, reclamos, esclarecimientos, y difusión de hechos que la prensa
autoritaria dejaba completamente ocultos. La red postal se volvió un espacio
posible para intervenir críticamente sobre la vida política de ese entonces. Y
en esta trama, la participación de Edgardo Antonio Vigo fue fundamental, por
ser uno de los principales impulsores del arte correo en América Latina, y por
tener una práctica sumamente activa mediante el envío constante.
El 30 de julio
de 1976, su hijo, Abel Luís Vigo, conocido como Palomo, fue desaparecido.
Este hecho se
constituye como una profunda grieta en el trabajo de Vigo, y desde allí, está
presente en innumerables obras, grabados, postales, convocatorias, sellos,
estampillas, publicaciones. En cada una de las partes de ese complejo
dispositivo desobediente que es su obra, allí hubo espacio, allí aparecía.
A partir de entonces
Vigo se sirve de esa compleja red de amigos, poetas, artistas y activistas,
para hacer circular su propio reclamo: la leyenda “Set free Palomo” recorrió el
mundo a través de esta red postal. Pero este reclamo jamás fue individual, y al
circular fue apropiado y reiterado por los artecorreistas.
El arte, y en
especial todas aquellas producciones que circulaban en la red postal se
volvieron su propio lugar de intervención poético-política para sobreponerse a
la dificultad y desesperación frente a este hecho. Sin abandonar la poesía, su
gran lenguaje, logró internacionalizar no sólo el reclamo y la denuncia por la
desaparición de su hijo, sino también construir visibilidad de un accionar de
un gobierno dictatorial y fundar de forma colectiva una política de la memoria,
verdad y justicia que tuvo como principal apuesta la palabra, cuando el
silencio era forzoso.
Prof. Lucía Gentile / Prof. Juan Nicolás Cuello
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